Tanto creo en ti

En el duelo de tu amor
Yo tengo un huerto de manzanas.
Acrobacia en verde fuego
Desde el día en que te vi.
Rosas dobles, dobles horas, 
A través de las historias.
Tanto creo en ti
Tanto creo en ti
Que he dormido muerto
Sueño hasta despierto
La luz de los dos.

En el duelo de tu amor
Febrero piensa en la ventana.
Pidiendo caer el agua
Sueña un barco para ti.
Un ratón cruza en silencio deja huellas
Y una carta que aún espera... por ti.
Tanto creo en ti
Tanto que escribí
Cartas como sueños
Como si me fuera a un extraño país
Imaginado por ti...

Tanto creo en ti...
Tanto creo en ti...


Manuel García.

Curso de introducción a la permacultura




Los pasados días 24 y 25 de marzo de 2012, tuvimos el gusto de asistir a un curso de introducción a la permacultura en Alzira. 




Juan Antón, nos abrió su casa y su bosque de alimentos a todos los interesados, para dejarnos ver los secretos de su buen hacer en concordia con la naturaleza.

Al evento asistimos alrededor de 50 personas de distintos colectivos de toda España. Algunos muy experimentados y otros no tanto. 
Este encuentro sienta las bases de la creación de un grupo interesado en ecologismo y permacultura. Así éste fue el primer encuentro de muchos otros que quedan por venir para un grupo que está creciendo sin parar tejiendo redes entre los interesados. 

Juan Antón Mora, es un señor de más de 70 años que ha dedicado su vida a observar la naturaleza. Visitando su bosque de alimentos no cabe duda de que ha sabido escucharla y respetarla como pocos. 

Él abre las puertas de su bosque a todo el que quiera conocer lo que hace. Es una visita que recomendamos, Juan Antón es una de esas personas extremadamente bellas que habitan este planeta. Digno propietario de una luminosa energía vital y uno de esos libros vivos que guardan los saberes de otras generaciones, tan desoidos por la nuestra. 

Algunos de los contenidos del curso fueron:
-  Como hacer vino de naranja.
- Charlas técnicas de los principios de la permacultura.
- Visita guiada por Juan Antón a su Bosque de Alimentos.
- Introdicción al huerto vertical.

Excuse moi, René, mon cher

Claro y evidente: en la vida en soledad, la mente, el pensamiento, la carrera alucinada e idiota del hámster en su rueda, se van comiendo de a poco todo lo que pueda ser su "objeto". Junto con todo eso, hasta el cuerpo pierde entidad. Nos va tragando la irrealidad.

Observé recién una pareja abrazándose en el salón de espera, antes de un viaje que, no sé, tal vez los separará o tal vez los unirá en una aventura. Se tocaban, se palpaban, sin deseo, sin ansia. Parecían estar confirmándose, como ciegos.

Te toco, luego, existo.

Notas sin vocación de desarrollo


Como consecuencia de la acción proselitista del mismo amigo que me dijo a mi que escuchaba música de viejo, mi hijo ha descubierto Kiss. "Ja, Kiss era viejo cuando yo tenía tu edad!", le dije. Qué viejo estoy.

Cosa que no puedo tomarme en serio, Kiss. Como no puede ser de otro modo, la canción favorita es "I was made to love you". Esa canción en particular adolece (y resulta tan apropiado el verbo en este caso) de toda una serie de defectos que básicamente podrían resumirse en una inconsistencia profunda que sólo nos autoriza a entender la canción como el momento cúlmine en que el sentido del humor de los setenta logra la síntesis estéril de sus dos grandes tendencias, inventando el disco metal, subgénero que, afortunadamente, no dejó herederos.

"Fui hecho para amarte" tiene esa guitarra a la Ozzy Osbourne al principio, que nos promete satánicos personajes maquillados con sus guitarras colgando a la altura de las rodillas para que, a los pocos compases un Gene Simmons haga ingresar en la pantalla de nuestra mente, de la mano de su bajo inequívocamente disco, un John Travolta de fiebre de sábado a la noche. Todo en la canción está fuera de registro, de lugar, de escala: la letra de amor empalagoso, la melodía que no envidiaría César Banana Pueyrredón, los coritos sin letra. No way. Esto no es rock, esto no es música, esto no es serio.

(Entre paréntesis, la canción me retrotrae a mis propios doce años, cuando la música dividía a los hermanos mayores de mis amigos entre los que escuchaban Kiss y los que escuchaban Queen, oposición que hoy no podemos advertir sino falaz, sino un único y ubicuo kitsch de los tardíos setenta y los primeros ochenta.)

Entonces pienso en el lugar en que me descubro, pienso en los doce años de mi pibe y en algo que, de alguna manera, me alegra: el rock sigue siendo eso que, por su música, su actitud y su puesta en escena, irrita a tu padre.



(Más la escucho, más la pienso, más genial me parece, más me gusta).

Pelos en la lengua

Me están saliendo pelos en la lengua y ahora cada vez que quiero decir algo miento. Mi cabeza piensa algo y mi boca lo suaviza. Y me avergüenza escuchar las cursiladas que digo. Ni siquiera soy capaz de llamar a las cosas normales por su nombre. Las disfrazo. Les pongo ropa de catequista, trajes de primera comunión. Y si lo que voy a decir tiene connotaciones negativas, se radicaliza la vestimenta y mis palabras se visten de costaleros, de procesiones de semana santa, de cuaresma, pero nunca terminan en confesión.

1 de abril de 2003.

Aguas van


(14 estados de Facebook)

"Vera! Vera! What has become of you?"

#Tener 41 años y estar viviendo eso que llaman "la madurez" tiene altibajos. Entre las contras, por ejemplo: sí, me terminaron doliendo los pies y la espalda. Y no pude reencontrarme con la inocencia de los 17.

#”Govierno”, escrito así, con “v”, en la panza del chancho volador, se me impuso como el piolín indiscreto en medio de la más apabullante perfección técnica mediante el cual todo el entramado de este The Wall, como decimos en buen criollo, mostró la hilacha.

#Roger Waters logra el milagro de reducir The Wall a un alegato antifascista pueril y convencional, inocuo, sobre todo, subrayado aquí y allí por perogrulladas al mejor estilo U2. Resalta todas las líneas obvias, no se priva de ningún golpe bajo, y se permite citar de manera explicita a “1984”. ¿Alguien le podría explicar al señor Waters que 1984 es ya un libro “viejo”? Aún necesario, tal vez, como don o testigo que les pasemos los viejos a los más jóvenes, pero viejo al fin. Un énfasis de senilidad que, para mí, desenmascaró a tres vejetes sobre el escenario: Orwell, The Wall y Roger Waters.

#¿Puede un artista no haber comprendido su propia obra? ¿Quién la comprendió?

#No obstante, hay algo tan poderoso en The Wall que aún este pueril alegato antifascista no lo logra diluir: contrariamente a muy consolidadas tradiciones que vinculan el fascismo con la figura de un Padre tiránico, Waters postula que la sociedad de vigilancia es algo que debe relacionarse con la figura de la Madre obsesiva (un “grafitti” pintado -proyectado- en la “pared” durante la ejecución de, si la memoria no me falla, Run like hell, mostraba la frase “Big Brother is watching you” con las letras “Br” tachadas y reemplazadas por una “M”).

#Cosas que se pueden “hacer” con The Wall: ¿del Nombre del Padre como fundamento de la Ley al Nombre del Padre como fuente de resistencia?

#Comentario de mi niño, ante el muñeco de la esposa: “Tiene brazos de mantis”. “Si”. “¿Sabés que después del apareamiento se comen al macho?” (juro que me lo dijo así: “apareamiento”). “Si, es así”. “Es para alimentar a las crías”. “Eso dicen ellas, hijo”. Él se río de lo que le pareció un chiste. Yo confronté mi lado oscuro.

#El guitarrista que “hace de Gilmour” se la re-banca.

#Me desilusioné igual. Yo esperaba el milagro.

#No dejó de resultarme más o menos romántico este amoroso encuentro entre un artista británico antibelicista y un público argentino. No sé exactamente de qué podría ser signo ese romance, pero ahí estábamos.

#¿Podría Waters hacer The Final Cut en Argentina? ¿Sería eso un gesto político “real” o más proyecciones sobre una pared de utilería? Mejor aún: ¿podría una “banda tributo” argentina hacer The Final Cut en Londres?

#El momento en que la pared se viene abajo no deja de ser muy emocionante. Placer infantil de la repetición.

#Hubo, por suerte, otros tantos momentos en los cuales logré olvidar la frase de Marx sobre la historia (aquella sobre sus primeras y sus segundas veces). Canté a los gritos: Mother, Another brick, Vera, One of my turns. Y Comfortbly numb, claro.

#Ok: puedo decir al fin que estuve ahí, que ví a la mejor banda tributo a Pink Floyd que existe. Mi hijo salió de River con su remera y una ciega marca: The Wall, River Plate, marzo de 2012. Como dije antes, qué pueda significar ese signo es ahora su parte.

Háblame, dame, dime...


 
Háblame, por favor,
dame ánimo,
pero no de ese lastimero.
Dime que estudie,
dime que soy una mujer hermosa,
y dime que no importa lo que venga de afuera.
Porque soy fuerte.




Un simple ruego, un simple acto desesperado,
de una simple mujer como yo.
Erliann.

Duermevela

Es el cansancio de los músculos que, en la duermevela, se transforma en un sueño. Estoy en la calle, cerca de mi casa, y huyo de algo. Deseo avanzar rápidamente. Comienzo a dar grandes zancadas, pero el movimiento es como una coreografía que remedara la acción de correr: me desplazo lentamente. El esfuerzo por vencer la inercia y acelerar es insoportable. Me pesa el cuerpo, los músculos no responden. Me caigo. Inmediatamente me levanto, y para lograr avanzar intento ayudarme braceando, como si nadara. Siento el aire denso pasar entre mis dedos, con el peso y la densidad del agua. No avanzo. Intento serenarme, porque el sueño es angustiante y la frustración enorme. Lentamente, casi arrastrándome, sintiendo el simple aire pesar sobre mi, sintiendo los músculos agarrotados por la fatiga extrema, llego a mi casa, atravieso mi patio, entro a mi cuarto, me arrojo en la cama. A pesar del agotamiento, no me duermo. De hecho, me despierto. Tengo los músculos acalambrados por un esfuerzo, exhaustos, adoloridos...

El lenguaje del NODO. Primera parte


“En el Palacio de El Pardo, como en otro tiempo en su cuartel general, el jefe del estado español, caudillo victorioso de nuestra guerra y de nuestra paz, reconstrucción y trabajo, se consagra a la tarea de regir y gobernar a nuestro pueblo. Siguiendo el ejemplo de Franco, todos los españoles tenemos el deber de imitarle. Y lo mismo que él dedica su inteligencia y su esfuerzo, su sabiduría y prudencia de gobernante a mantener nuestra patria dentro de los límites de una paz vigilante y honrosa, cada uno, en su esfera de acción y trabajo, ha de seguir esta línea de conducta siguiendo lealmente la tarea que le esté encomendada, y que en definitiva redundará en beneficio de nuestra nación y 
de nuestro pueblo. Las juventudes de la Falange son portadoras de la nueva idea redentora, y de su recto sentido religioso y militar. España lleva su estandarte glorioso a tierras lejanas para la defensa de la civilización occidental, en el puesto más difícil de las empresas universales.
Y sobre el paisaje español, tantas veces consagrado por gestas heroicas, modelan su alma y su cuerpo los que constituyen la gran esperanza de la patria.
Encallada y tenaz labor, la mujer española se entrega a la misión sagrada de recuperar a miles de hijos de España y salvarlos de la miseria, para entrarlos sanos y regenerados, a la patria que les vio nacer."
“El general Yagüe vitoreado por la población de Barcelona. La primera misa de campaña se realiza en la plaza de Cataluña.”
“En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra… ha terminado.”
“La admirable institución de auxilio social, obra magnífica del Caudillo y de la Falange, celebra en este año de 1939 el tercer aniversario de su fundación.”
“En la Iglesia de Santa Bárbara tiene lugar un acto religioso, hondamente emotivo, en que el Caudillo hace ofrenda a Dios de su espada victoriosa, ante el Cardenal Primado.”
“Escoltada con el más hondo fervor, y con extraordinaria solemnidad, la venerada imagen de la Virgen de Fátima se acerca a la capital de España.”

“Hasta estos sectores obreros, como los campesinos, llega la labor de las cátedras ambulantes de la sección femenina, que se extiende por toda España sin excepción. Las enseñanzas que se dan son todas las cursadas habitualmente en la sección femenina, con los planes adaptados a la condición de cada lugar.”

“Se inaugura la basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, que como se afirmó en el decreto fundacional, tiene la grandeza de los monumentos antiguos que pueden desafiar al tiempo y al olvido”.

Benjamín Prado


¿Escribes siempre en el mismo lugar?
Escribo en cualquier parte, las ventanas pueden ser las de mi casa, las de un avión, las de un tren o, las mejores de todas, las de un hotel que esté a más de diez horas de avión. El mundo portátil es mi salvación: pones música, te aíslas y tu despacho te persigue a donde vayas.

¿Escuchas música mientras escribes?
Depende. Música que me guste pero no me distraiga, pero a menudo que sirva de banda sonora a lo que estoy contando. Si es una novela, me interesa menos lo que me apetece escuchar a mí que lo que le gustaría escuchar a los personajes.

¿Sueles llevar un horario estricto? ¿Cuál es la mejor hora?
Cualquier hora es buena, y si nadie ni nada me interrumpen, puedo estar escribiendo el día entero. Cualquier sitio es el mejor si no te hablan.

¿Utilizas cuadernos para tomar notas o lo haces todo a ordenador?
Sí, siempre llevo cuadernos pequeños, del tamaño de un libro de la colección Joya, de Aguilar. Me gusta que me los regalen mi mujer o mis amigos, mucho más que comparlos. Ahí tomo notas para las novelas y escribo los poemas, tacho, vuelvo a escribir y vuelvo a tachar los versos, siempre con tinta verde y, si hace falta, un millón de veces cada uno, pero jamás directamente en el ordenador.

Cuando estás muy metido en la escritura de un libro, ¿te cuidas a la hora de elegir las lecturas para que no te influyan?
La verdad es que no: leo lo que me apetece o, a la hora de documentarme para una novela, lo que necesito. No me gusta mezclar los géneros, eso sí que no.

¿Hay algo concreto que no puedas/debas hacer mientras escribes? Alguna manía…
No soporto que alguien se acerque y mire lo que estoy escribiendo, otros ojos en mi cuaderno o en mi pantalla son ofensivos.

¿Tienes lecturas de descanso? 
Prefiero ver una película, o una serie. Cuanto mejor sea la primera y más estúpida sea la segunda, mejor. Aunque lo mejor para irse a otro mundo es un partido de fútbol, en el campo o por la tele.

¿Cómo es tu biblioteca personal?
Gigante.

¿La tienes ordenada de alguna manera?
Sí. Poesía en mi despacho, siempre a mano, que yo levante la cabeza y me miren Lorca o Neruda. Narrativa en otra parte, la extranjera en unas paredes y la española en otras. La filosofía y el ensayo, especialmente sobre poesía, en un par de muebles cerrados con llave, y el resto, donde se pueda. Tengo más libros que metros cuadrados.

¿Eres fetichista con el libro como objeto?
No mucho. Me gustan, eso sí, los libros dedicados, verle la letra a los autores.

¿Qué casa de escritor te hubiera gustado visitar o has visitado y te ha fascinado?
Fascinarme, muchas, la de Isak Dinesen cerca de Copenhague, la de Neruda en Isla Negra, la de Lorca en Granada o la de Hemingway a unos kilómetros de La Habana. Pero la que me gustaría tener es la de Dámaso Alonso en Madrid, desde que la vi sueño con un salón de dos pisos, libros de arriba abajo: una pasada. Le pregunté cuántos tenía y me dijo: “Pues, no sé, unos cuarenta mil… Pero hay más en el sótano.”

¿Te molesta que se doblen las páginas, que se arrugue el lomo al abrirlo demasiado, subrayas, anotas en sus páginas…?
Si subrayas un libro mío o apuntas algo en él, hemos terminado.

¿Tienes algún tesoro en tu biblioteca? Primeras o raras ediciones, dedicatorias…
Cientos.

¿Tienes algún rincón especial en tu casa para leer?
No, me da igual, me pongo donde se pueda, tengo un despacho, pero si mi mujer está con sus amigas, por ejemplo, o mi hija con las suyas, me voy a otra parte.

¿Lees poesía?
Siempre leo poesía. Siempre la escribo. Los aeropuertos son un buen lugar para leer poesía.

¿Sueles acudir a bibliotecas?
No mucho, salvo que lo necesite o vaya a dar una conferencia a ellas, aunque en esos casos algunas me gustan mucho.

¿Hay algún clásico con el que, por alguna razón, no hayas podido?
Rimbaud me parece una lata.

¿Qué clásico que sabes que vas a disfrutar no has leído aún?
Yo creo que los he leído todos, la verdad.

¿Hay algún tipo de libros que nunca leerías?
En principio, no. Obviamente no leo muchos best-sellers, pero muy de vez en cuando, cae alguno, siempre que me lo recomiende alguien en quien confíe, por supuesto.

¿Cuándo viajas escribes?
Sí, bastante.

¿Has coincidido alguna vez con alguien por la calle o en el metro, leyendo uno de tus libros?
Sí, y es agradable. Los lectores siempre son personas que da gusto encontrarse.

¿Libro en papel o digital? ¿Tienes Kindle o algún tipo de lector electrónico?
iPad. De momento, papel para lo que me importa y tableta para los libros de trabajo. O para libros en inglés, aunque tampoco muchos: como mi mujer es azafata y yo muy chulo, cuando sale algo que me interesa, me lo voy a comprar a Londres.

Libros publicados por Benjamín Prado:

1986:.  Un caso sencillo (Poesía)
1991:. El corazón azul del alumbrado (Poesía)
1992:. Asuntos personales (Poesía)
1995:. Cobijo contra la tormenta (Poesía)
1995:. Raro (Novela)
1996:. Nunca le des la mano a un pistolero zurdo (Novela)
1996:. Dónde crees que vas y quién te crees que eres (Novela)
1998:. Todos nosotros (Poesía)
1998:. Alguien se acerca (Novela)
1999:. No sólo el fuego (Novela)
2000:. La nieve está vacía (Novela)
2000:. Siete maneras de decir manzana (Ensayo)
2001:. Los nombres de Antígona (Ensayo)
2002:. Ecuador (poesía 1986-2001) Poesía (recopilación)
2002:. Iceberg (Poesía)
2002:. A la sombra del ángel (13 años con Alberti) (Memorias)
2003:. Jamás saldré vivo de este mundo (Relatos)
2004:. Carmen Laforet (Escrito con Teresa Rosenvinge) (Biografía)
2006:. Marea humana (Poesía)
2006:. Mala gente que camina (Novela)
2009:. Romper una canción Ensayo biográfico sobre la composición de las canciones del disco Vinagre y rosas junto a Joaquín Sabina
2011:. Operación Gladio (Novela)
2012:. Pura lógica

Escuchar





Algunas veces lo mejor que podemos hacer para ayudar, es escuchar.

¿Para qué leen los niños?


Siguiendo a Matías, en Golosina Caníbal, llego al site de la revista Luthor. Me entusiasmo con la reseña Escenas de lectura familiar, de Guadalupe Campos, sobre un libro de Karina Bonifatti. El tema me toca. En Apóstrofe, Pablo Makovsky se enfoca en lo que parece lo más relevante del artículo de Guadalupe: la idea de que en el libro de Boniffati se vería el despliegue de un modo de lectura digamos creativa, que fuerza al texto, en su caso, el de Harry Potter, a establecer o tener relaciones con otros textos, en su caso, clásicos de la mitología griega.

El punto es estimulante. Del libro y de la reseña, me interesan dos temas: uno, una cierta idea de la lectura que no se rinde ante la soberanía del enunciado sino que lo usa para explorar su propia dinámica, sus propios límites. Y dos, que se toma para desplegar ese modo de lectura un material doblemente innoble: Harry Potter. Innoble por ser un producto de la cultura de masas, de la industria cultural, y por inscribirse en el registro de la literatura (que no merece tal nombre) para niños.

Todo eso está muy bien. Pero, como es mi costumbre, me detengo en un margen, en un pliegue. Guadalupe afirma que son cuatro las preguntas que, implícitamente, organizan o motorizan el texto de Bonifatti: “¿Qué lee un chico? ¿Para qué lo hace? ¿Para qué debería leer? ¿Cuál es la función que debería cumplir un adulto en ese proceso?”.

Lo que me interpela es la respuesta que Guadalupe arriesga para la segunda pregunta: “Entonces, de vuelta a las preguntas iniciales: la primera (¿qué lee un chico?) está bastante supeditada a la segunda (¿para qué lee?): ante todo, busca entretenimiento”.

No comparto en lo más mínimo ese punto de vista. Confieso, mi método es poco científico aunque afín al del libro reseñado: voy a basarme en mi experiencia de padre cuenta cuentos. Y arriesgar otra hipótesis: un chico lee (y entiendo “leer” en el sentido amplio de “consumir relatos”, así sea que los lea por su cuenta o, en voz alta, alguien se los lea o, como suelo hacer yo, se los invente al vuelo) porque busca respuestas.

La misma Guadalupe nos lo dice más adelante, en su artículo: "Para eso [para que un libro les interese a los niños], tiene que tener algún elemento que realmente los inquiete, que consiga que empiecen a interesarse por quedarse en el libro (...) con algo que los inquiete, me refiero a algo que los interpele profundamente, porque se compromete con sus miedos, con sus dilemas reales..."

Es curioso, porque en mi experiencia pasé por algo similar a lo que se nos informa de Bonifatti: ella habría tomado la decisión de abordar sin cortapisas la mitología griega, a pesar de sus tramas truculentas o abiertamente sexuales, porque “alguien que puede procesar la historia de una mujer que consigue el favor sexual de un hombre con conjuros y que se suicida cuando él huye al notar lo que pasó, y de su hijo que en la adolescencia busca y asesina a sangre fría a su padre y a sus hermanos (hijos de otra mujer) en su búsqueda de venganza y de inmortalidad, no necesita cuentitos que atenúen el tratamiento que recibían las esclavas de guerra y que obvien olímpicamente las tramas familiares tortuosas de Esquilo.” En una nota al pie se nos aclara a los que no leímos a Rowling que esta es, en resumidas cuentas, la historia de Lord Voldemort, el antagonista de Harry Potter.

Adopto aquí el estilo narrativo: hace unos meses estaba yo leyendo Macbeth. Venía de seguir a Vero en su paseo, y estaba entregado a un par de traducciones. Mi niño me ve (dice Guadalupe, un poco conductistamente, que esta es la mejor manera de motivar la lectura) y me pregunta: “Qué leés?”. Él todavía no sabe quién es Shakespeare y yo no le revoleé con el nombre prestigioso por la cabeza, fui a lo importante: “Es la historia de un príncipe escocés al que se le mete entre ceja y ceja que él tiene que ser rey pero se encuentra con que el rey de Escocia todavía está vivo”, resumo.  Su reacción fue de lo más natural: “Ah, tiene que matarlo, ¿no? ¿Me leés?”.

La clarividencia de mi niño me conmovió. Tuve una fracción de segundo de duda: ¿leerle Shakespeare a un chico de once? Pensé inmediatamente en cuál era su historia favorita: el manga Naruto. Pensé que Naruto es una típica hisoria de superación personal, desde la insignificancia hasta la gloria, que atraviesa toda clase de asesinatos, padres que entregan a sus hijos a la muerte, discípulos que traicionan a sus maestros, mujeres que traicionan a sus hombres, familias diezmadas por la venganza, hermanos que se matan entre sí, y, sobre todo, dos amigos que se odian a muerte.

¿Qué podía haber en Macbeth que no tuviera Naruto de lo cual debiera yo “proteger” a mi hijo”? ¿Una versificación tediosa? ¿Un léxico arcaico? Respuesta a la pregunta final de Guadalupe: ¿y para qué estaba yo ahí? Decidí leerle Macbeth en voz alta. Después de todo, Macbeth es un guión de teatro.

Entonces, mi relato cuenta la historia de la lectura familiar de un texto de noble alcurnia. Pero quiero señalar que la reflexión en la que basé la decisión de intentarlo fue simétrica a la de Bonifatti.

La lectura duró varias noches. Es cierto: no era algo que pudiéramos compartir con mis hijas menores, y procurábamos los momentos a solas. El ejercicio se extendió varias semanas, con muchas interrupciones en el medio.

Y a pesar de eso, Shakespeare, su relato, mantuvo todo ese tiempo el interés de mi niño. Pasaban los días y volvía a pedirme cada vez que continuara la historia. “¿Y qué pasó, pa? ¿Le mintieron las brujas? ¿Se hace rey? ¿Le hace caso a la esposa? ¿Lo mata al rey? ¿Lo traiciona a Banquo? ¿Se vuelve loca la esposa? ¿Mató a los hijos de Macduff? ¿Qué pasa cuando los ingleses invaden Escocia?”.

Para terminar de exponer mi tesis, permítanme subirme en los hombros de Shakespeare y completar mi respuesta a la última pregunta de Guadalupe: mi hijo mantuvo el interés, también, gracias a mi voz, a mi palabra, a las licencias que me tomé con el texto, a mis explicaciones sobre Inglaterra, los reyes, Escocia, la época.

Agrego, entonces, un corolario a la respuesta dos: los niños leen para establecer vínculos.

No me parece poca cosa: de niños leíamos, creo recordar, por las mismas razones que de adultos.

Julián Rodríguez



¿Escribes siempre en el mismo lugar? ¿Cómo es? 

No escribo siempre en el mismo lugar. Lo hago entre Cáceres y Madrid habitualmente, luego corrijo en trenes y aviones y lugares de espera.

En Cáceres se trata de una casa con doscientos años, en una habitación amplia con estanterías repletas de libros a mi espalda y un patio con flores y un pozo y algunos árboles más allá de la ventana… En ocasiones, salgo al patio a descansar un rato y a escuchar el cortejo de los pájaros que vienen al atardecer.

En Madrid, en cambio, escribo en un quinto piso con grandes ventanales. Veo tejados, un gran parque “alternativo”, que es huerto también... También hay libros a mi espalda, en una vieja estantería rescatada de un ultramarinos francés del siglo XIX

¿Escuchas música mientras escribes? 
Fundamentalmente clásica. Interpretada, sobre todo, por raros músicos rusos que la Pereistroka y la expansión del formato CD nos trajo desde principios de los 90. También Bach, claro, y algo de música francesa de los primeros años del siglo XX.

¿Sueles llevar un horario estricto? ¿Cuál es la mejor hora?
No soy nada estricto en el horario, pero no puedo escribir antes sobre otra cosa. El día ideal sería: primavera, nada de frío en el ambiente, tranquilidad alrededor, muchas horas por delante. Un domingo, por ejemplo, sin graves obligaciones para el lunes.

¿Utilizas cuadernos para tomar notas o lo haces todo a ordenador? 
Escribo a ordenador, pero en ocasiones tomo notas, a veces en los márgenes de las copias del libro que voy imprimendo… Suelo usar libretas de Muji… Y también unas que editamos en Periférica (en realidad, son cuadernos en blanco).

Cuando estás muy metido en la escritura de un libro, ¿te cuidas a la hora de elegir las lecturas para que no te influyan?

Rotundamente no… No me importa que otros textos acaben nutriendo los míos. Todo lo contrario.

¿Hay algo concreto que no puedas/debas hacer mientras escribes? Alguna manía…

He escrito hasta en la cafetería de un centro comercial. Y durante semanas… No tengo manías. Y, por decirlo en los mismos términos que antes, “no me importa” que la realidad acabe nutriendo mis textos, todo lo contrario.

¿Tienes lecturas de descanso? 
Desde hace años, en mi tiempo libro suelo leer más ensayos y poesía que novelas. Salvo en algunas etapas del año… Podríamos decir que mis “lecturas de descanso” son cómicos y novelas gráficas.

¿Cómo es tu biblioteca personal? ¿Me la puedes describir?

Amplia, ecléctica. Con libros que compré a los 14 años y libros que compré ayer mismo. Dividida en cuatro casas casi (dos de ellas familiares) por su amplitud… Pero eso no me desespera. Simplemente me “coloca” en otra situación respecto a esa idea de biblioteca y de posesión.

¿La tienes ordenada de alguna manera?

Por géneros y alfabéticamente en el caso de la biblioteca que conservo en casa de mis padres, a la que dedicamos toda una habitación, y en la que también hay volúmenes que pertenecen a mi hermano… En la casa familiar del pueblo guardamos catálogos de arte, cómics, novelas clásicas, libros ilustrados… en un caos divertido (cuando te animas a buscar aquello que creías olvidado)…

¿Eres fetichista con el libro como objeto?

No soy bibliófilo. Amo los libros, y amo las ediciones hermosas y exactas, pero me gusta tanto una buena edición reciente como una buena edición “de época” (si el libro es antiguo, claro).

¿Qué casa de escritor te hubiera gustado visitar o has visitado y te ha fascinado?

Tengo un viaje pendiente para ver la casa del escritor norteamericano Thomas Wolfe, del que acabamos de publicar en Periférica El niño perdido.

¿Te molesta que se doblen las páginas, que se arrugue el lomo al abrirlo demasiado, subrayas, anotas en sus páginas…?
Doblo las páginas, sí, en ocasiones subrayo y anoto…

¿Tienes algún tesoro en tu biblioteca? Primeras o raras ediciones, dedicatorias…

Tengo algunas primeras ediciones y algún libro antiguo de interés. Desde Jules Vallès a Saint-Beuve, de Remy de Gourmont (con grabados muy hermosos) a John Ruskin…

¿Tienes algún rincón especial en tu casa para leer?

Me gusta leer tumbado a ser posible, en un sofá o en una cama. Con buena luz a un lado, si es de noche.

¿Lees poesía? 


Sí, leo poesía habitualmente. No suelo leer el libro de un tirón, sino que lo abordo por fases. Y luego releo… En cuanto a mis poetas favoritos, vuelvo a ellos cada poco. Y en ocasiones los tengo presentes al escribir.

¿Sueles acudir a bibliotecas?

Como no tengo mucho tiempo libre, no suelo acudir a bibliotecas últimamente, pero fui adicto durante un tiempo: de lunes a domingo. La biblioteca de Cáceres abre sábados y domingos. En Madrid hay excelentes bibliotecas. Cerca de mi casa madrileña está la del Reina Sofía, que es ideal para leer y trabajar.

¿Me podrías hacer un canon de libros?

Imposible. Sería larguísimo. Citaré a algunos autores (muy conocidos todos ellos) que me parecen fundamentales. Una docena exactamente (podrían ser 100): Fernando Pessoa, Hannah Arendt, Walter Benjamin, Robert Walser, Albert Camus, Cesare Pavese, Jean Rhys, Natalia Ginzburg, Marguerite Duras, Samuel Beckett, William Faulkner, Jorge Luis Borges.

¿Hay algún clásico con el que, por alguna razón, no hayas podido?

Creo que no. O no lo recuerdo ahora.

¿Qué clásico que sabes que vas a disfrutar no has leído aún?


Algún griego, algún latino… Queda tanto por leer, por aprender.

¿Hay algún tipo de libros que nunca leerías?

Soporto en formato cine lo que no soporto en formato libro. Hay muchos best sellers y libros de autoayuda que nunca leería.

¿Cuando viajas escribes?

Corrijo, tomo notas, “pienso en prosa” sobre lo que estoy leyendo…

¿Te has encontrado alguna vez en un mercadillo o librería de viejo alguno de tus libros? 

Sí, en la Cuesta de Moyano de Madrid y en el mercado de Sant Antoni de Barcelona… Pensé, como todo el mundo, imagino, que ya estaba en la “rueda” de los libros y el tiempo, es decir, que mis libros ya eran de todos.

¿Has coincidido alguna vez con alguien por la calle o en el metro, leyendo uno de tus libros?

Sí, en el metro de Madrid y en un avión a Roma. También, varias veces, en trenes que hacen el trayecto Cáceres-Madrid o viceversa (pero como podría ser considerado un autor “local” en Cáceres, esto último no me produjo ninguna sorpresa).

¿Libro en papel o digital?

Tengo varios dispositivos, todos ellos frutos de algún regalo. Pero leo habitualmente en el iPad. 




Algunos libros publicados por Julián Rodríguez:


Hoy Jack Kerouac habría cumplido 90 años. Aquí un pequeño homenaje

Para celebrarlo, dejo un extracto de su diario, escrito a los 19 años. 




I returned to college in the Fall, but my mind wasn’t at rest. My family was not any too well fixed; I felt out of place, the coaches were insulting, I was lonely; I left and went down to the South to think things over. Since then, on my own, I have been learning fast, writing a lot, reading good men, and have been slowly making up my mind, seriously & quietly. Either I am loathsome to others, I have decided, or else I shall be a beacon of rich warm light, spreading good and plenty, making things prosper, being a cosmic architect, conquering the world and being respected, myself grinning surreptitiously. Either that, Sirs, or I shall be the most loathsome, useless, and parasitical (on myself) creature in the world. I shall be a denizen of the Underground, or a successful man of the world. There shall be no compromise!!! I mean it.
Y a continuación, un vídeo en el que aparece en el Show de Steve Allen, 1959, donde, tras contestar a una serie de preguntas, él mismo lee un extracto de su libro. 


Perrito piloto

Soy el perrito piloto de una feria de pueblo y cada vez que viene alguien con posibilidades de ser mi futuro dueño, saco mi escopeta de agua y disparo a bocajarro. Y es que no quiero irme de aquí. Soy el premio gordo de entre todos los peluches que me miran con envidia, y no quiero terminar en lo alto de una estantería de un cuarto infantil llena de polvo, olvidada y teniendo que soportar ver desde allí arriba la rutina de una familia media, cuando puedo seguir aquí sintiéndome objeto de deseo, entre música, algodón de azúcar, luces de colores, como si fuera top model o actriz o el plato fuerte de un menú degustación.

31 de marzo de 2003.

Anselmo

Me he levantado sola y con una de las peores resacas de mi vida. Toda la casa huele a cerveza y a tabaco. Y mi estómago vacío no para de crujir. Me han despertado los ruidos de las obras de la casa de enfrente. Y cuando me he asomado al balcón para ver qué tiempo hace, me han visto todos los obreros con las tetas al aire. He vuelto a entrar dentro y me he mirado en el espejo para hacerme una idea de la impresión que les habré causado. Un asco. Ya no tengo edad para levantar pasiones. Me he vestido sin lavarme y he bajado a comprar más tabaco. La portera me ha recordado que el casero vendrá esta tarde a cobrar lo que le debo. Mientras hablaba he notado cómo se apartaba de mí con cara de asco. De camino al estanco, he comprado en la farmacia una caja de valium y alguien ha hecho algún comentario despectivo sobre mi olor corporal. Que se jodan. A ver quién tiene huevos de ducharse sin agua caliente con este frío. Aprovecho para llamar a Anselmo desde una cabina. Alguien me ha contado que San Anselmo murió en la hoguera. Le invito a casa a seguir bebiendo. No puede. Su mujer se ha ido de casa y se ha llevado las llaves. Así que decido ir a verle, y evitar la visita del casero. Anselmo vive en una casa de protección oficial rodeada de jardines de árboles escuálidos. La paz que debería reinar se ve truncada por los gritos de los miles de niños que habitan ese barrio y el chirrido permanente de columpios oxidados. Anselmo está tumbado en la cama y seguro que huele peor que yo. Pero no tiene mala cara. Me tumbo a su lado y enciendo un cigarro. Suena el teléfono. Lo cojo. Es su amiga la del teléfono erótico. Un encanto. Hablo con ella durante horas hasta que me muerdo el labio y no tengo ganas de continuar. Estoy sangrando. Anselmo me regaña por manchar sus sábanas. Me largo a casa. Ha vuelto el agua caliente.

A propósito de las razones para no ver a Roger Waters


Creo que entiendo y comparto casi todos los argumentos por los cuales Roger Waters, el millonario que hace treinta años roba con lo mismo, el megalómano que llevó a Pink Floyd a la ruptura, el ególatra que, justamente a partir de The Wall, puso al servicio de sus delirios infantiles una equipo de instrumentistas de una sensibilidad excepcional, no merece que vayamos a verlo.

Por todas estas razones, yo dudé mucho de ir a este nuevo recital. De hecho, y por todas estas razones, por considerar que un Pink Floyd sin Gilmour no es Pink Floyd, que, incluso, un Pink Floyd sin Waters es bastante más Pink Floyd, no fui a ver a Waters las veces anteriores que estuvo en la Argentina.

De todas maneras, si la polémica 'ir/no ir' adquiere el carácter de una guerra de sensibilidades, se me hace una guerra muy infantil, una escaramuza de remeras estampadas.

No obstante, lo que me resulta grato de esa guerrita, que evidente e inevitablemente se da, es que es la señal de que 'la cosa Pink Floyd' nos con-mueve.

Mi primer vinilo de Floyd fue The Final Cut. Me lo regalaron unos amigos para mi cumpleaños 16 o 17, ni siquiera cuando era una novedad, sino unos años después del lanzamiento. Pero me lo regalaron porque sabían que me gustaba Pink Floyd. Para ese momento yo ya había visto la película y conocía The Dark Side of the Moon y Wish you were here, aunque no sé en que orden los habré escuchado.

Por muchísimos años, ese disco fue el único registro de Pink Floyd del que fui propietario. Pink Floyd fue, durante mi adolescencia, objeto, soporte y ocasión de conversaciones. Siempre lo escuché de prestado. Recién en los noventas largos me compré The Dark Side of the Moon y Wish you were here, en CD, obviamente. Y no hace mucho, el DVD de la película.

De alguna manera, yo soy conciente de ir a ver este show un poco porque peor es nada, porque hace siglos que esperamos a Gilmour y nadie logra traerlo. Sé que cuando llegue Ese Solo, voy a estar escuchando al pobre guitarrista al que le toca el envite con orejas de 'a ver cómo te sale, pibe'.

Pero eso es 'culto de la personalidad'.

La cuestión es, me parece, que hay otra manera de pensarlo. Se afirma que The Wall es el principio del fin de Pink Floyd, un movimiento signado por una monomanía de Waters que se cristalizará en The Final Cut. Se afirma que los fans de la primera hora se decepcionaron con The Wall. Se afirma que retiraron su afecto con The Final Cut. Se afirma que con The Wall, Waters empieza a parasitar y fagocitar a esa entidad idealizada que llamamos Pink Floyd. Se afirma, además, que incluso la relación entre Waters y Alan Parker durante el rodaje de la película no fue buena, que eran más las diferecias de criterio que las coincidencias, que la película que vemos es una suerte de solución de compromiso, que no es la película que ninguno de los dos imaginaba.

Lo que yo pienso es que The Wall es lo que es (la obra más grande de la sensibilidad rockera, su culminación y su resumen) a pesar de sus creadores, por obra y gracia de lo que sus escuchas hicieron con ella.

O lo que es lo mismo: aunque los millones se los lleve el perfectible individuo Waters, The Wall es nuestra.

Yo voy a ver este show con mi hijo de 12. Lo llevo, no tanto para informarlo de una 'pieza importante de cultura' como para que sepa algo de su padre (qué significa ese signo, será parte de los libros que a su manera escriba él).

Entonces, si algo pasa en la sensibilidad de mi hijo con este show (admito que mi apuesta es grande y la decepción puede ser mucha), si algo que tiene que ver con él y su padre queda inscripto en el registro de 'lo que nos decían los libros cuando éramos adolescentes', entonces, porque es nuestra, The Wall aún vive.

Los números de un día en Internet

Como la imagen embebida no se ve muy bien, les dejo el link para que puedan ingresar y verlo como se debe:

http://www.mbaonline.com/a-day-in-the-internet/

A Day in the Internet
Created by: MBA Online

Feliz día féminas de este planeta


Si tuviera una hija, le diría que ser mujer es doloroso.
Le diría que nos cantan canciones irreales y  que nos ilusionan con poemas hermosos.
Le diría que nos conocen las debilidades y que no se preocupe, la perfección no existe.
Le diría que tenemos muchas lágrimas, y que no está mal derramarlas cuando se sienten de verdad.
Le diría que a la vida le gusta vernos decidir cosas fuertes, y que tenemos que cumplir.
Le diría que está bien equivocarse, que de seguro no alcanza ni la mitad de mis errores.
Si tuviera una hija, le diría que es lo más lindo que me ha pasado, que es hermosa.
Le diría que grite, que corra, que rompa cosas, que se estrese, pero que no se deje vencer.
Le diría que no se sienta menos, nunca.
Le diría que todo eso es lo que nos toca, pero que estamos preparadas.
Le diría que confíe, que tenga fe.
Y le diría que ser mujer es lo más maravilloso del mundo.
Le diría que ser mujer sólo puede compararse con ser mujer.


 


Feliz día internacional para las mujeres de este planeta, hermosas y bellas todas.

Curry

Tengo un colega bastante infeliz. Se llama Curry, tiene los ojos tristes y físicamente es una mezcla entre Alfredo Landa y Pedro Picapiedra. No levanta del suelo más de 1,55 y no encuentra su lugar en el mundo. Y encima hoy me cuentan que ha salido en la tele. Y pensé, coño, que sea por algo bueno. Qué va. Era un reportaje sobre los que salen de marcha los jueves y no regresan hasta el lunes. Y el pobre Curry allí estaba, apoyadito en una barra intentando hacer amigos, mientras su jefe le creía en la cama con gripe y le miraba con ojos de indignación frente a la tele, mientras degustaba un menú de bar de polígono industrial.

23 de octubre de 2002

Anselmo

El bar está como siempre: mal iluminado, apesta a tabaco y a pegajoso alcohol, y esto, como siempre, me resulta bastante apetecible, así que me siento en la barra y pido un vodka. De la gente que hay en el bar, los pocos que no me conocen me miran con desconfianza, no tengo pinta de puta pero no entienden que una mujer entre sola en un tugurio así y salga de él sin un hombre.
Mientras me enciendo un cigarro, noto cómo pesan sus silenciosos ojos sobre mi cuerpo. Me evalúan. Y me apetece volverme y mirarles las caras, ver si puedo leer en ellas el resultado de lo que han visto, ¿tendré un buen polvo? Pero sigo sin mirarles, sonrío para mis adentros y me pregunto por qué los hombres que entran solos en los bares nunca valen una mierda. Y se me acerca el pesado de Anselmo. Es un pobre mentiroso que se pasa las horas en el bar esperando que caiga la noche para que el amante de su mujer salga de su cama. Entonces él se va a casa y, mientras ella duerme, él llama a su amiga la del teléfono erótico y charlan durante horas. Siempre me ha parecido que su historia era triste hasta que un día, Marieta, su mujer, apareció en el bar. Estuvieron horas y horas hablando, pero no había rencores ni malas palabras, que va. Se reían, se contaban cosas como si llevaran tiempo sin hablar. Y luego ella se marchó y Anselmo siguió bebiendo, pero con el gesto iluminado, había disfrutado mucho hablando con su mujer. Una grata sorpresa. Desde entonces le respeto mucho más.
Pero hoy viene con malas intenciones. Pretende descargar en mí todas esas historias que le gustaría que le hubieran ocurrido alguna vez y que no hay dios que se las crea.
Qué pasa Anselmo.
Me pareció verte el otro día saliendo de una peluquería.
Puede ser. ¿la del bulevar?
Justo, esa. Me sorprendió. Pensé que las mujeres como tú se levantaban ya con esa pinta. Que no necesitaban la ayuda de nadie para estar así.
¿Qué pinta? – Ya está, tirándome los tejos -
Como de putón trasnochado.
Los putones trasnochados también nos teñimos las canas.
Mi mujer me ha dejado por otro.
Pensé que eso ya lo había hecho hacía mucho tiempo. ¿Pretendes descargar en mí tu mala hostia? Porque ando algo escasa de tiempo.
No, sólo venía a charlar con alguien por el que sintiera más pena que yo, y ya me siento mucho mejor, gracias.
Qué capullo. Llamo al camarero, pido la cuenta y mejor me voy a casa. Malo es el día que ni Anselmo siente respeto por mí. Salgo del bar y no puedo evitar mirarme al espejo de la salida para comprobar mi pinta. Coño, realmente parezco una puta trasnochada.

22 de octubre de 2002

Perro vaca


Tengo un perro que unos días se levanta perro y otros se levanta vaca. Es curioso. No tiene un orden lógico. Así que cada mañana miro a ver qué tipo de animal se ha levantado. Cuando es perro no hay problema. Le doy una vuelta por la plaza para que cague y luego lo subo. Pero cuando es vaca... eso ya son palabras mayores. No cabe en el ascensor, así que bajamos por las escaleras vigilando que no salga en ese momento ningún vecino para que no proteste y se queje a la comunidad. Entonces la llevo a un parque donde arrasa con el césped mientras yo me avergüenzo ante las miradas de asombro y las carcajadas, y tengo que confesar que siempre me siento tentada a dejarla allí abandonada. Pero luego pienso “pobre animal”. El nunca lo haría.
Así que unos días me siento una mujer liberada, en mi pequeño apartamento, compartiendo mi vida con un perro, y otros días soy una pobre granjera sin granja y con una vaca triste que no tiene espacio ni para respirar. Pero lo llevo bien. Lo uno es compensado por lo otro. Mi perro me adora, me saluda cuando llego, me ofrece su pelota para jugar... mientras que la vaca me mira deambular por el cuarto de estar, con ojos tristes, como diciendo “Yo me iría, pero la verdad. Pobre animal. El nunca lo haría”.
22 de octubre de 2002

Visita inesperada

Esta mañana, al levantarme, no he podido desayunar tranquilamente ya que en el cuarto de estar me he encontrado con un platillo volante. Y claro, no me iba a poner a preparar café. Así que, cuando he conseguido salir del asombro, cuando me he empezado a familiarizar con el aparato, han empezado a oirse voces en su interior. He esperado un rato en la puerta para ver si alguien se decidía a salir, pero como no aparecía nadie, he llamado un par de veces y las vocecitas se han callado. Así he pasado largo rato, rodeando el platillo, acercando la oreja para intentar entender lo que decían ahí dentro, hasta que no he tenido más remedio que ponerme en marcha y vestirme a toda prisa para llegar a tiempo a trabajar.
Me he pasado todo el día pensando en ese chisme y no he dado pie con bola. Y eso que he salido tarde por todo lo que tenía que hacer.
Y cuando entro por la puerta me encuentro con un ser violeta de unos 40 cms de alto, con antenas y una pinta totalmente absurda que, de brazos cruzados y con gesto de indiganción, me pregunta: "¿pero qué horas son estas?" Desde entonces vivimos juntos. Aunque a veces es un poco déspota, cuando quiere es un cielo. En casa no da ni golpe, y a la calle no sale porque la luz solar le derrite el cuerpo. Pero tiene mucho sentido del humor. No sabe cocinar, aunque come como una mula. Y su platillo volante huele que apesta.
Solo llevamos una tarde viviendo juntos, pero creo que es él. Sopesando los pros y los contras, creo que haremos una pareja perfecta. Aunque a veces pienso que tiene un poco de morro: por aparecer en mi casa sin previo aviso, no dar ni chapa, gorronear toda la comida que encuentra y aparcar su nave en mitad de mi cuarto de estar. Pero supongo que así empiezan todas las grandes historias de amor. Y sobre todo, que con sus antenas podemos ver Canal Plus.

17 de octubre de 2002.

Montaña rusa


La nena más chica mira el trencito subir, bajar y dar vueltas a una velocidad atemorizante. Arrastrada por el entusiasmo de sus hermanos mayores, se aferra a mi pierna con miedo y fascinación. Me pide upa cuando vamos llegando al acceso de la atracción. Nos sentamos los cuatro en un vagón, los mayores adelante, la chiquitina y yo detrás. No se despega de mi cuerpo y se agarra de la barra de seguridad con toda su fuerza. El trencito arranca. Son exactamente cuatro vueltas, ni siquiera tan vertiginosas, no más de cuatro minutos. Todos gritamos en las bajadas. Mezcla de montaña rusa y tren fantasma, hacemos bromas al pasar junto a un gigante calamar de espuma, debajo de un tiburón enorme. El tren se detiene y bajamos. La beba a upa. Al salir de la atracción, la dejo de vuelta en el suelo.


“Otra vez”, me pide.

Sólo uno más...



 
Odio a las personas que lo verán todos los días
y que no sabrán que tienen a mi gran tesoro frente a ellos...
Los odio porque no lo mirarán a los ojos como yo lo haría,
no le sonreirán como yo lo haría,
no correrán a él como yo lo haría,
no lo abrazarán como si el mundo fuera a terminar,
ni le dirán al oído que es lo que más quieren en esta vida.
Odio a esas personas que pasarán de largo
y para ellos, él sólo será uno más.