Ñam

Morder es un acto reflejo. Una fatalidad. Inadvertidamente, te llevás la cosa, ni muy rígida ni muy plástica, a la boca y con los dientes violentás su límite elástico. Pum: deformada. Al principio, son unas pocas marcas, pero, con la repetición, ese extremo (porque la cosa tiene extremos y por lo general mordés siempre el mismo) se va achatando, convertido en una superficie nudosa. La mugre comienza a instalarse entre los pliegues, tal vez algún minúsculo jirón se levanta y despega, y la superficie, al principio lisa, se transforma en algo arrugado y sutilmente peludo. En los casos más extremos de deformación por masticación, se pierde la función.

Come on.

Mordedores obsesivos, manojos de ansiedad, alteran la forma cónica inicial a tal punto que la capacidad del objeto de contener, cobijar y proteger, para la cual fue concebido, se pierde. El destino es el extravío. Estas piezas menores (apenas de la longitud de un par de falanges, y de una circunferencia máxima de unos siete u ocho milímetros) terminan olvidadas y perdidas. La verdad es que esto suele pasarles aún cuando la masticación no las deforme: son, en definitiva, accesorias, superfluas. Pertenecen a un especie variopinta que acompaña a otros objetos de utilidad más evidente. Por lo general son blancas. Al menos, son blancas aquellas que por lo general se mastican. Pero las hay negras, verdes, rojas o azules, todas susceptibles de masticación. Como dijimos, su forma es cónica, o mas bien ojival. Sí, son más bien ojivas huecas destinadas a abrigar en su interior el extremo de su objeto acompañante. Poseen además una especie de apéndice con forma de agujeta que prolonga su silueta a partir de la base. La función primaria de esta agujeta es permitir al objeto y su acompañante permanecer asidos a bordes delgados tales como bolsillos o tapas de libros. No obstante su función prevista por diseño, estas agujetas pueden emplearse para producir un sonido ligeramente latoso y chasqueante, como el de un resorte o muelle, aunque de volumen y calidad insignificantes para fines musicales. El juego de chasquear esta agujeta puede, perfectamente, acabar en rotura, por lo que es frecuente que la mutilación sea un paso previo al descarte.

Así, percutidas, mordidas, deformadas o mutiladas, estas piezas cumplen un ciclo de vida que va desde la irrelevancia al ovido.